Santiago Jose Sanchez VFestiviades Marianas de Enero, Festiviades Marianas de Agosto, Calendario Mariano5 days ago6 Views

En el vasto universo de las advocaciones marianas, hay una que resuena con particular calidez en el corazón de la Iglesia: Nuestra Señora de la Consolación. Su nombre, tan sencillo como profundo, no evoca una aparición milagrosa de antaño, sino la presencia constante de María junto a la humanidad. Hablar de la “Virgen del Consuelo” es hablar de la cercanía con el afligido, de la fortaleza para sobrellevar el dolor y de la compañía que disipa la tristeza de la soledad.
Para el pueblo cristiano, esta advocación tiene un peso teológico sólido. El Concilio Vaticano II, en su Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, afirma que María, ya elevada al cielo, “brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación”. Ella es, para el creyente, la certeza de que toda tribulación será superada.

El título completo de esta advocación incluye la mención a la Correa o Cíngulo, que la liga indisolublemente a la espiritualidad de la Orden de San Agustín (OSA) y la Orden de Agustinos Recoletos (OAR). Es por ello que la Orden de San Agustín celebra la solemnidad de Nuestra Señora, Madre de la Consolación y su patrocinio, el día 4 de septiembre, como su fiesta principal.
La representación más venerada de Nuestra Señora de la Consolación es la de la Virgen María con el Niño Jesús, realizando un gesto de profunda ternura: la entrega de un cinturón o correa. La fe y tradición piadosa relatan que la Madre de Dios entregó sendas correas a San Agustín y a Santa Mónica, su madre.
El valor de esta imagen no es solo artístico, sino profundamente simbólico. El cíngulo es un signo material de disciplina, obediencia y pobreza, pero en este contexto se convierte en un vínculo espiritual: la alianza de protección maternal que María ofrece a quienes abrazan la Regla agustiniana.
La fuerza de esta advocación se catapultó con la devoción laica. Fue tan poderosa que impulsó la organización de las primeras Fraternidades Seglares Agustinianas de la Correa y Consolación. Figuras como las mantelatas (o pinzocheras), matronas y viudas, recibieron la concesión del Papa Bonifacio IX para vestir el hábito y la correa en su vida secular en 1399. Casi un siglo después, en 1470, surgieron los varones conocidos como mantelatos, autorizados por Paulo II.
Este hecho demuestra que la piedad popular, y en especial el fervor de las mujeres, fue crucial para llevar el consuelo de María más allá de los muros conventuales, consolidando el culto como una devoción eminentemente social y comunitaria. Hoy, cientos de fraternidades continúan rindiendo culto a la Consolación en todo el mundo.
La Consolación Mariana no es un bálsamo para la pasividad. Es, por el contrario, una fuente de fortaleza que incita a la acción. El Papa Francisco, en su catequesis sobre el discernimiento, enseñó que lo esencial en nuestra vida no es buscar los consuelos de Dios, sino al Dios de los consuelos.
Esta distinción teológica es fundamental: el consuelo verdadero impulsa al creyente a una esperanza activa. La tradición agustiniana, haciéndose eco de la enseñanza de San Agustín, invita a volver la mirada hacia lo eterno. El consuelo cristiano se traduce en un acto de amor que, tras mirar hacia lo alto y recuperar fuerzas, exige extender la mano hacia los demás, impulsando el compromiso con los que siguen sufriendo. Por ello, las congregaciones que veneran a la Consolación se dedican a llevar “el auténtico Consuelo que es Jesús, el Evangelio y con ello su presencia junto a los marginados, con la ayuda a los afligidos, la cura a los enfermos, la defensa de los derechos humanos y el fomento de la justicia y de la paz”.
La devoción a Nuestra Señora de la Consolación se ha incrustado en el corazón de varias naciones a través de milagros y grandes santuarios, cada uno con una fiesta local diferente a la del 4 de septiembre.
En la ciudad de Turín, la Virgen es conocida como La Consolata, patrona de la diócesis y del Piamonte. Su historia es de las más antiguas, pues se dice que la imagen—un cuadro—fue traída a Turín desde Palestina en el año 354 por San Máximo, y hay quienes sostienen que fue pintada por el evangelista San Lucas.
El fervor turinés se consolidó con un conmovedor milagro fundacional: la pintura se extravió, pero fue hallada milagrosamente por un ciego, a quien Nuestra Señora le devolvió la vista e le indicó dónde se hallaba el cuadro. Por este prodigio, la ciudad celebra su fiesta cada 20 de junio. Este templo fue frecuentado asiduamente por gigantes de la santidad, como San José Cafasso y San Juan Bosco.

En el estado Táchira, Venezuela, la devoción a Nuestra Señora de la Consolación de Táriba es un pilar de la identidad regional. La historia se remonta a 1570, cuando los frailes agustinos que cruzaron el río Torbes trajeron consigo una pequeña tabla de madera, conocida afectuosamente como la tablita.
El milagro de la imagen y su subsiguiente veneración, incluso después de que unos niños intentaran en vano romperla , la convirtieron en el tesoro religioso más preciado de los tachirenses, junto al Santo Cristo de La Grita. La fiesta mayor se celebra con gran regocijo el 15 de agosto.
En Utrera, Sevilla, el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Consolación Coronada tiene su origen en una pequeña ermita levantada en 1520.
La devoción utrerana se catapultó tras el Milagro del Aceite, cuando el párroco, en tiempos de gran escasez, acudió a pedir aceite para la lámpara de la Virgen sin éxito. Tras el milagro, la devoción y las donaciones crecieron enormemente. Más notable es el reconocimiento cívico: la imagen fue nombrada Alcaldesa Perpetua de Utrera en 1962, después de que se atribuyera a su intercesión el evitar una desgracia mucho mayor durante el desbordamiento del arroyo Calzas Anchas. Además, el Retablo Mayor del santuario fue costeado por un personaje histórico relevante: el Conde-Duque de Olivares a principios del siglo XVII.
La vigencia de la advocación se mide por su capacidad de adaptación y por su compromiso en las periferias del mundo, especialmente en los últimos años.

Fuentes Consultadas
Estimado lector de Maria365:
Conocer a Nuestra Señora de la Consolación es descubrir un llamado constante a la fe activa y al compromiso social. Desde la Rosa de Oro ofrecida por el Papa hasta el trabajo misionero en los quilombos de Brasil, esta advocación es un faro de esperanza en nuestro tiempo.
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